martes, 16 de julio de 2013

Harold Raley (1934-

"Tengo inmensa gratitud a muchas personas, que me han dado, o me siguen dando, lo que me ha permitido vivir decorosamente, hacer la mayoría de las cosas que tienen algún valor y, sobre todo, ser feliz en grandes porciones de mi vida o conseguir algunos islotes de felicidad cuando aquello ha dejado de ser posible. Siempre he tenido esto presente, y cuando he recordado y contado mi vida he ido señalando en la medida en que podía hacerse esa larga serie de deudas. 

Ahora me siento obligado a señalar una, que lo reclama por varios motivos. En primer lugar, por su magnitud; además, por tratarse de algo "gratuito", es decir, sin obligación ni especial contrapartida finalmente, por su carácter intelectual y público. Me refiero al libro recién publicado en español, "Julián Marías: una filosofía desde dentro", del que es autor Harold Raley, hispanista americano. Hace ya muchos años escribió otro libro sobre mí, "La visión responsable", que me trae un recuerdo conmovedor y doloroso; fue el último libro que leyó Lolita, mi mujer, y no pudo terminarlo: la muerte lo dejó con una señal allí donde se había interrumpido su lectura".

Testimonio de gratitud por Julián Marías

Harold Raley es un profesor  de Estados Unidos que empezó interesándose en la obra de Ortega y Gasset, con su tesis doctoral titulada "Ortega y Gasset, filósofo de la unidad Europea". Presentada para su lectura a Julián Marías, fue un descubrimiento para éste por su rigor y veracidad como se refleja en la introducción a su edición española que muestro a continuación:












Una vez dentro de la filosofía española más creadora, continuó sus escritos con dos libros sobre Julián Marías "La visión responsable" y "Julián Marías: una filosofía desde dentro", finalmente un libro llamado "The Spirit of Spain", glosado por Julián Marías en el artículo siguiente:


08 02 2002 The Spirit of Spain por Julián Marías


Con posterioridad siguió inmerso en la cultura española, escribiendo artículos y otros textos de los que pongo como ejemplo los señalados seguidamente:



Obras en Dialnet. Universidad de la Rioja  


Artículos publicados en la Revista Cuenta y Razón


nº 104 1997 Algunas aportaciones españolas a la filosofía europea actual. Sólo en formato doc.


nº 133 2004 El pensamiento de Julián Marías en Norteamérica


nº 137 2004 Las elecciones estadounidenses de 2004 y los valores morales


Julián Marías según Harold Raley


                                                          A WACH OVER MORTALITY

                                      Libro sobre Julián Marías, publicado en el año 1997

                                                                   Responsible vision:

                             Traducciones de libros de Julián Marías


Don Julián Marías: recuerdos de una amistad

HAROLD RALEY *

Revista Cuenta y Razón nº 141

A finales de mayo de 1966 llegó a mis manos el anuncio de la visita del Dr. Julián Marías, filósofo español, a la universidad de Oklahoma. Profesores de la otra universidad estatal, nos animamos varios colegas, mi esposa Vicky y yo a ir a escuchar su discurso, pero debido a las distancias —doscientos noventa kilómetros ida y vuelta en coche— y no sé qué problemas surgidos a última hora todos los amigos cancelaron. También vacilamos Vicky y yo, ya que ella estaba en el octavo mes del embarazo de nuestro primer hijo. Pero por estar ya entusiasmados por la lectura de algunos de los libros de don Julián, seguimos adelante. Siempre he creído que aquella decisión marcó un hito no sólo en mi vida profesional sino también en nuestra vida personal.

La imagen que nos formamos de un autor a base de la lectura de sus escritos no siempre resulta compatible con su persona. Hay sorpresas, decepciones, desilusiones o, al contrario, se cae en la cuenta de que la persona es superior a sus escritos. Hay libros mediocres cuyos autores son excelentes personas.

No había, claro está, tal desequilibro en el caso de don Julián. Como decía Buffon, él era su estilo. ¡Y qué estilo! A diferencia de la mayoría de los conferenciantes, llegó un poco adelantado con “... la prisa del entusiasmo”, en palabras de su hijo Javier, y sin preámbulos ni titubeos echó a hablar. A poco de empezar su discurso ante centenares de amigos y curiosos sobre el tema de los lazos culturales de la civilización occidental, nos dimos cuenta de que eran inseparables el autor de libros admirables y aquel pensador español que nos iba explicando la realidad occidental —por cierto en un inglés elocuente— con una lucidez que deslumbraba y una cordialidad que atraía, acaso a mí más que a nadie. Era incitante y brillante su pensamiento pero sin pizca de pedantería. Para mí, y creo para muchos aquella noche, fue como un desvelamiento de la verdad. Nunca había oído antes cosas tan veraces. Lo que escuchábamos era la verdad, pero no una verdad abstracta sino misteriosamente personal, la verdad manifestada como alétheia de que hablaran tanto Ortega y Heidegger. A diferencia de muchos intelectuales europeos —y americanos— en aquella época de antiamericanismo, don Julián no guardaba ojeriza alguna contra el pueblo ni la cultura americanos. Más bien lo contrario; era evidente que don Julián era nuestro amigo, pero en ese plan no dejó de emitir ciertas críticas amistosas y constructivas de las notas falsas y problemáticas en nuestra cultura. Nos quedamos emocionados. Hubo prolongados aplausos y un sinnúmero de preguntas. La gente no quería que se diera por terminado el evento.

Luego pudimos charlar un rato con él. Con cierta reticencia le enseñé mi tesis doctoral sobre Ortega recién terminada. Creo que le sorprendió encontrar a un estudioso de temas orteguianos en un lugar tan remoto del mundo español, y así lo comentó posteriormente en sus cartas. Con la generosidad que luego supe le era característica, se brindó en el acto para leerla y mandarme sus impresiones. Como de costumbre no tardó, y a los pocos días tuve su respuesta llena de comentarios acaso más favorables de los que merecía mi trabajo. Gracias a su actuación mi estudio fue publicado tiempo después por Revista de Occidente.

A raíz de aquel encuentro empezamos una serie de visitas, cartas, artículos, proyectos y libros que iban a durar casi cuarenta años. La suya fue una amistad nunca desmentida. Para conmigo siempre fue exorbitante su generosidad. En su vida mis deudas para con don Julián eran incalculables y ahora más que nunca impagables. Siempre digo que dos españoles han sido mis maestros: don José Ortega y Gasset y don Julián Marías. Sin embargo, ni siquiera llegué a conocer personalmente al primero ni tuve clase alguna con el segundo, lo cual no quita que entre uno y otro me han enseñado por lo menos tres cuartos de lo poco que sé.Varias revistas me han pedido algunas precisiones sobre las influencias filosóficas de don Julián en la América de lengua inglesa. Confieso que en última instancia es una tarea utópica. Afortunadamente existen traducciones de varios libros clave: A Biography of Philosophy [Biografía de la Filosofía]; America in the Fifties and Sixties [Los Estados Unidos en escorzo y Análisis de Los Estados Unidos]; Generations: A Historical Method [El método histórico de las generaciones]; History of Philosophy [Historia de la Filosofía]; José Ortega y Gasset: Circumstance and Vocation [Ortega: circunstancia y vocación]; Metaphysical Anthropology: The Empirical Structure of Human Life [Antropología metafísica: la estructura empírica de la vida humana]; Miguel de Unamuno; Philosophy as Dramatic Theory [traducción de varios ensayos]; Reason and Life: The Introduction to Philosophy [Introducción a la Filosofía]; The Christian Perspective [La perspectiva cristiana]; y The Structure of Society [La estructura social: teoría y método]. Entre reseñas, estudios, capítulos y artículos de varios estudiosos sobre su filosofía, hay que citar el libro Julián Marías del filósofo americano Anton Donoso, así como las tesis doctorales de Ralph Dean Cole y Linda Bash. Yo también he dedicado varios artículos y dos libros a su filosofía.

Un listado de todos los datos bibliográficos en lengua inglesa referentes al pensamiento de don Julián excedería este contexto. Y de más difícil medición serían las influencias humanamente transmitidas a amigos, alumnos, profesores en las universidades de Yale, Indiana, Oklahoma, Wellesley y otras.

De vez en cuando pude alcanzarle en algunas universidades y otras instituciones —Indiana, Oklahoma, Puerto Rico, McGill de Montreal, la Biblioteca del Congreso—. Sus energías y entusiasmo eran legendarios. Cierto administrador de una facultad me dijo una vez: “Hace falta tener listos varios equipos de guías cuando don Julián está de visita en nuestra universidad. Los primeros se cansan y luego los sustituye el segundo equipo y después de varias horas también quedan agotados. Por su parte, es increíble, don Julián no parece cansarse nunca”.

Muchas veces con referencia a don Julián en Norteamérica me vino a la memoria el dicho español: “No hay mal que por bien no venga”. Pues, por estarle cerradas las puertas de las universidades españolas durante tantos años, se le abrieron las de otros países, sobre todo, de las universidades de los Estados Unidos. Si lamentablemente hubo generaciones de jóvenes españoles privados de su docencia, otros de otras culturas y lenguas han sido discípulos suyos, incluso un servidor. Pero gracias a sus dotes de escritor aquellas magníficas lecciones aún están en sus libros al alcance de todos. Yo diría que su enseñanza sólo fue aplazada, no negada. Decía don Julián que Ortega iba a ser un filósofo de la segunda mitad del siglo XX. Lo fue, pero creo que lo será aun más del siglo XXI. En cuanto a don Julián, creo que desde ahora su pensamiento va a surtir más que nunca su efecto. Será también un filósofo del siglo XXI, y acaso de no sé cuántos por venir.

Tal como lo he señalado en otros escritos, donde menos impacto ha tenido su pensamiento hasta ahora es precisamente en los departamentos de filosofía norteamericanos, desde hace décadas dominados por el pensamiento analítico de raíces británicas y norteamericanas, influidas éstas sobre todo por el primer pensamiento lingüístico de Ludwig Wittgenstein. Hay que decir que el pensamiento de don Julián, así como el de Ortega, solo mereció una atención pasajera por los años cincuenta. Se supone por eso que sus posibilidades quedaron truncadas para siempre. No lo creo. Repito lo que he dicho en otras ocasiones: la filosofía de ambos pensadores es una bomba de tiempo que el día menos pensado explotará en el cerebro de algún genial pensador norteamericano.

También me preguntan qué significó Norteamérica para don Julián. También sería imposible precisarlo en todo su alcance. Hubo, ciertamente, muchos recuerdos entrañables que él comentó sobre todo en sus memorias [Una vida presente]: amistades, alumnos, los exiliados españoles, el año que la familia Marías pasó en Wellesley, repetidas visitas, etc. Pero creo que son visibles al menos dos componentes de la vivencia americana en su perspectiva filosófica. Sin prescindir del impacto de la “otra” América —española y portuguesa—, creo que mi América significó la plena “occidentalización” de su pensamiento, y por lo tanto la forma concreta de su universalización. Siempre fue fiel a sus raíces españolas y precisamente por eso pudo ser fiel a sus amigos de otras lenguas y culturas.

El otro componente afectó sobre todo a su pensamiento social. A pesar de los problemas de aquel entonces —la guerra en Corea, crecientes tensiones raciales, hostilidades de la Guerra Fría—, la sociedad americana funcionaba con una “normalidad” exuberante. A don Julián no le mereció mucha atención la sociología académica por importada, pero sí la misma sociedad de los Estados Unidos. Al volver a pensar en la experiencia norteamericana años después, comenta don Julián: “Al absorberla por todos los poros, ella fue la que me enseñó sociología”. (Una vida presente, 2, pág. 33).

Ha pasado aproximadamente medio siglo y la América que don Julián llegó a conocer por los años cincuenta y sesenta está muy cambiada. El optimismo y entusiasmo característicos de los norteamericanos en aquella época están muy disminuidos pero por suerte no desvanecidos. Acaso más que nunca hace falta el dechado de veracidad y respeto humano que fue don Julián. Pero por lo menos su filosofía está disponible, tanto en América como en Europa. Fiel a su lema “que por mí no quede”, don Julián hizo lo que pudo. Y fue una labor ingente. Sólo falta ahora que de ambos lados del Atlántico nos animemos a continuar lo que él tan magistralmente dejó señalado en sus líneas generales.

* Catedrático y escritor.

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